viernes, 24 de octubre de 2008

Santidad a Jehová


La palabra Santidad o Santo, proviene del hebreo Qadosh. La santidad es un atributo propio de la naturaleza divina, que señala su perfección absoluta, su integridad y es todo lo contrario al pecado. La santidad de Dios puede llamarse el atributo de los atributos, no en vano Levítico registra la palabra santo 73 veces.

El pasaje de Isaías capítulo seis, nos muestra una majestuosa visión del trono de Dios, y en ella se muestra a los serafines de seis alas, que alababan constantemente diciendo: “Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de tu gloria”.

Con respecto a la iglesia, el término santo significa “apartado para Dios”, ó “separado para el exclusivo servicio a Dios”. La santidad completa de Dios, contrasta con el estado natural de la raza humana, que ha sido contaminada por el pecado original relatado en Génesis capítulo tres. El pensamiento clave del libro sacerdotal de Levítico es “Santos serán, porque Santo soy yo Jehová tu Dios” Lv. 11:44.

Dios, se tomó el trabajo de establecer toda una maquinaria religiosa y sacerdotal. Con el propósito de fijar en la retina de su pueblo escogido, verdades absolutas. Unas de esas verdades más trascendentales, es el concepto de Santidad. El tema del libro de Levítico es “Yo soy Jehová, vuestro Dios. Vosotros, por tanto, os santificaréis y seréis santos, porque yo soy santo” Lv. 11:44.

Dios, deseaba enseñar a su pueblo a vivir en santidad. Según las normas rituales del primer pacto, lo puro, era lo que podía aproximar al hombre a Dios. Era impuro todo lo que incapacitaba para el culto o lo excluía de él. “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” He. 12:14.

Israel, no tenía una norma doble de moralidad, una para el sacerdote y otra para el pueblo; al ser las mismas exigencias, demuestra que la santidad debía invadir todos los aspectos de la vida cotidiana: la comida, la bebida, las relaciones familiares y sociales. El pueblo de Dios debe proteger su cuerpo, mente y espíritu de todo lo que pueda contaminarlo. Dios empleó las cosas materiales, como holocaustos y libaciones, con el fin de enseñar verdades morales y espirituales. Hay pensamientos, palabras y actos que hacen impuro al creyente. El cuerpo es templo del Espíritu Santo y no debe ser contaminado con vicios, o pasiones desordenadas. “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” 1 Co. 6:19.

“Salgan de en medio de ellos, y apártense, dice el Señor, y no toquen lo inmundo; y yo los recibiré” 2° Co. 6:17.

El hombre que Dios busca, debe cultivar por excelencia, la santidad en su vida. No podemos crecer, ni ser lo que Dios quiere de nosotros, sin ser obreros santos. El creyente, es sacerdote en su hogar, y un representante del Altísimo en la sociedad. Al igual que los pontífices de la ley mosaica, a quienes se les exigía una vida intachable, tanto moral como espiritual; así el hombre de Dios, debe ajustarse a una vida santa. “Harás, además, una lámina de oro fino, y grabarás en ella como se graba en los sellos: “Santidad a Jehová” Ex. 28:36.

La iglesia del tercer milenio, tiene como gran misión evangelizar el mundo, utilizando todos los medios tecnológicos disponibles. Existe hoy un gran número de herramientas para la comunicación de las Buenas Nuevas. Las radioemisoras, la televisión, las revistas y los periódicos, son formidables plataformas para alcanzar al mundo perdido. Por muchos años la iglesia ha reaccionado lentamente a las nuevas formas de comunicación. Un gran reto para los cristianos de hoy y del futuro, es arrebatar al diablo tantos espacios que hemos desperdiciado por temor.

Doy gracias a Dios, que las estaciones de radio, está siendo conquistadas para Cristo en nuestro país (Chile). No me cabe duda, que ha sido un gran reto para la iglesia. Se necesitó de cristianos valientes y altamente comprometidos con la expansión del reino para lograrlo. Es maravilloso como los hombres (también mujeres) han interpretado correctamente la visión amplia de Dios, y la han aterrizado en proyectos concretos y ambiciosos. De igual forma, la comunicación televisiva, es incursionada por pioneros cristianos en Chile, con paso lento, pero firme. Resulta maravilloso ver como aún existen hombres que le creen a Dios, muchas veces, a pesar de las ácidas críticas de los que nada aportan al evangelio.

La televisión, es una herramienta muy utilizada para la expansión del pecado. En todo el mundo se promueve por las pantallas, la gloria de la lujuria y del sexo ilícito. La familia ha sido ridiculizada y flagelada sistemáticamente por las grandes empresas televisivas y el cine. Sin lugar a dudas, la televisión refleja la inmensa rebelión del mundo y sus valores caídos, en contra de un Dios santo y justo. La cantidad de imágenes impuras y la exaltación de doctrinas de demonios, son el pan de cada día. Erramos al pensar que la iglesia esconda su cabeza, y no vea jamás televisión, más bien, lo correcto es conquistar un mayor espacio de su programación, y saturarlo con valores cristianos.

La evangelización, no es otra cosa que lucha de poderes, entre los reinos del bien y del mal. Sabemos que la victoria final es de Dios y sus santos, pero mientras ese momento no llegue, serán hombres santos y ungidos, quienes empujen a esta humanidad a andar por la senda de vida.

Pocas cosas impresionan más a los inconversos, que un cristiano de vida consistente. Un predicador, que salta y grita en el púlpito las preciosas verdades de la Palabra, sólo tendrá éxito si las vive en su andar diario. El carácter santo del creyente de Dios, se muestra en la calle, en el trabajo y en todo lugar. Frente a un gran auditorio, en un bello templo, es fácil ser santo. Pero cuando nos enfrentamos a la rigurosa y constante tentación de la sociedad actual, puede probarse de que material está echo nuestro sermón de “santidad”. “Tus testimonios son muy firmes; la santidad conviene a tu casa...” Sal. 93:5.

La santidad en el sexo, es uno de los aspectos más trascendentales, en la vida del creyente. La sociedad moderna ha desvirtuado sistemáticamente la moral, el sexo y la virginidad. El diablo se ha encargado de ridiculizar los correctos valores éticos, y reemplazarlos por antivalores. La juventud de hoy, ve como algo anticuado y despreciable el llegar al matrimonio virgen. La idea de pureza y castidad, son luces que se apagan aceleradamente. No es extraño encontrar señoritas de catorce y quince años de edad, que ya han tenido una o más relaciones sexuales. Los jóvenes, intentan probar su hombría teniendo intimidad con una mujer. La corriente de este mundo impulsa fuertemente a los jóvenes a una vida promiscua y fornicaria.

Los adultos, no están exentos del riesgo de llevar una vida licenciosa. El adulterio, es pan de cada día en el mundo actual. No existe ningún país libre de este flagelo. La atracción de la mujer extraña, en un peligro constante para los ministerios cristianos, en especial, los que promueven la santidad. En Chile, hasta el año 1998, casi el cincuenta por ciento de los niños, eran naturales ó ilegítimos. Este alto porcentaje es consecuencia de una conducta adúltera e irresponsable. Cientos de jóvenes y adultos, embarazan a mujeres, que abandonan después de saber que están en cinta.
Muy enraizado en la cultura nacional, está el hecho, que el hombre más conquistador es más “hombre”. Desde los albores de la sociedad criolla, hubo un gran número de madres solteras, y de hijos ilegítimos. Hasta hoy persiste esta conducta, la que traspasa las fibras de la iglesia actual.

Cada día proliferan más los movimientos por la igualdad de derechos. Los homosexuales y lesbianas, luchan por el derecho de permanecer en su pecado. En San Francisco, California, Estados Unidos. Se han realizado multitudinarias marchas de este tipo, teniendo un profundo impacto social y político.

A pesar de que el SIDA, y las múltiples enfermedades venéreas, han dado muerte a millones de personas promiscuas (y miles de inocentes), esta conducta no se detiene. Como cristianos sabemos que el pecado no se combate con campañas de prevención, ni con amenazas, ni siquiera con el temor a la muerte física. El pecado, se extirpa del corazón, mediante la predicación del evangelio, y del poder del Espíritu Santo.

Con respecto a los niños, la mejor manera de enseñarlos, es a través de la instrucción de la Palabra y del ejemplo de los mayores. Si un predicador enseña sobre la santidad sexual, y los niños lo ven coqueteando con las jóvenes de la iglesia, sus palabras perderán valor. Tanto los niños, como los jóvenes buscan formar valores, a través de modelos de conducta. “Siempre es tiempo de héroes, si no los encuentran en sus padres, en sus pastores, o en sus profesores, los buscarán en la televisión y en la calle”.

Que oportuno se hace el consejo de Pablo a su discípulo Timoteo: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” 1°Tim. 4:12.

La santidad del creyente, debe ser su carta de presentación, dondequiera que vaya. La sociedad busca decepcionada, encontrar consistencia y verdaderas respuestas a sus necesidades. Si reemplazamos la santidad, por santurronería, y el amor por legalismo, sólo estamos consiguiendo alejarlos de Dios. No podemos cambiar la sociedad apartándonos de ella, como un movimiento ascético, sino permeando la sociedad misma con un mensaje poderoso, que nosotros vivimos cotidianamente.

Existen congregaciones que lo prohiben todo. Generalmente la mayor cantidad de reglas es impuesta por hombres graves, hacia las mujeres de la iglesia. En una ocasión entré a un templo, y leí un gran letrero que decía: “Las mujeres no deben usar: aros, joyas, soleras, pintura facial ni de uñas, tampoco peinados ostentosos, ni siquiera rizos o chasquillas”. Afortunadamente no les prohibían respirar.

Cuando Pablo enseña: “Asimismo, que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia: no con peinado ostentoso, ni oro ni perlas ni vestidos costosos” 1° Ti. 2:9. Se está refiriendo a que las hermanas, no trataran de competir con la forma de vestir de las mujeres del mundo. Las mujeres romanas y griegas acostumbraban a usar enormes peinados con trenzas y cintas en su pelo. Adornaban su cabello con joyas de oro y lienzos de colores que en algunas ocasiones casi llegaban al piso.

En la ciudad griega de Corinto, existía el templo de Afrodita. Había mil sacerdotisas que practicaban la prostitución religiosa. Vestían provocativamente, con grandes escotes y mucho perfume. Dichas mujeres ostentaban de una gran popularidad entre los marineros que llegaban de diversos países, a aquel lugar. La preocupación constante de Pablo era que la usanza de las mujeres impías no fuera adoptada por las hermanas. Tampoco fue el deseo que las mujeres de la congregación, lucieran como momias. Cuando un hombre, ve a su esposa desarreglada y fea, y la compara con sus compañeras de trabajo, bien vestidas y maquilladas. No es de extrañar, que tenga pensamientos adúlteros.

“La santidad va de adentro hacia fuera. Un corazón santo, reflejará un rostro santo. Un rostro pálido, reflejará sólo un rostro pálido”.

Dios creó el sexo, como algo santo y reservado sólo para el matrimonio “Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla (pecado); pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” He. 13:4. El estado matrimonial, es tomado como ejemplo, de la relación entre Jesucristo y su iglesia. Jesús se identifica así mismo como el esposo, que viene por la novia, es decir, por la iglesia. El festejo de recibir a los santos en el cielo, después del arrebatamiento, es simbolizado por una gran fiesta de bodas.

“Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino. Limpio y resplandeciente (pues el lino fino significa las acciones justas de los santos). El ángel me dijo: ”Escribe: ”Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero” Ap. 19:7-9.

La santidad del matrimonio, es algo que los hijos aprenderán sólo viendo el ejemplo de sus padres. Es bueno que la pareja de creyentes adquiera información, no solamente de la experiencia, sino, también de la consejería. Existe un gran número de libros acerca del matrimonio, de la crianza de los hijos, de como superar los problemas más frecuentes, y como enfrentar los temas tabú. Los pastores: David Hormachea, Dr. Dobson, Pablo Hoff, entre otros otros, han escrito un rico material de consejería para creyentes. La educación sexual, mejorará nuestros intentos por llevar una vida íntima, más plena y santa.

Siempre que Dios quiso hacer algo importante, que trascendiera la historia ordinaria de la humanidad, se rodeó de hombres santos. Dios llamó a Elías, un hombre que vivía apartado de la corrupción de su tiempo. El profeta vivió en el desierto, rodeado de la naturaleza y alimentándose de ella. Su vida fue austera. Su vestimenta, era una túnica de piel de camello, que lo acompañó por largos años hasta ser arrebatado por Dios. Su ministerio, fue distintivo por su autoridad, por el gran número de milagros y por sus principios intransables. Elías aparece abruptamente en el escenario israelita, trastorna los tronos de la palestina, su mensaje de fuego, el que estaba lleno de la unción del Santo de Israel. Sin ver la corrupción de la muerte, es levantado al cielo en un carruaje de fuego, con caballos de fuego, y desapareció en medio de un torbellino celestial.

Juan el Bautista, el Elías del Nuevo Testamento, tan sencillo, santo y ungido como Elías. También fue fraguado en el desierto, donde se alimentó de langostas, miel silvestre y de toda palabra salida de la boca de Dios. Su breve ministerio, distinguido por un mensaje de justicia, y su recia forma de exponerlo, fue firme y consistente. Jesucristo diría más tarde “Les digo que entre los nacidos de mujeres no hay mayor profeta que Juan el Bautista...” Lc. 7:28.

Otro ejemplo de santidad, lo encontramos en el patriarca José, en especial cuando lo vemos tentado por la esposa de Potifar. Dios lo había llevado a Egipto, con el propósito de preservar la vida del pueblo escogido. Sin saberlo, José fue puesto en la escuela disciplinaria de Dios. Sorprende conocer la actitud de José en cada etapa de su vida. Jamás lo encontramos quejándose, o renegando contra Dios. La fidelidad y pureza del patriarca, se extendía a todos los aspectos de su vida cotidiana.

El primer paso para llevar a José a Egipto, fue ser vendido como esclavo por sus propios hermanos Gn. 37:27-28. Los madianitas no vendieron a José a una persona común, sino que lo entregaron a Potifar, capitán de la guardia real Gn. 37:36. Potifar, una persona de mucha influencia en Egipto, fue quien permitió a José conocer la corte del faraón. En la alta sociedad, José tuvo la oportunidad de aprender administración y diplomacia Gn. 39:3-4. Este fue el primer paso, en el aprendizaje del arte de gobernar.

La integridad de José, mantenida ante la tentación de una mujer seductora Gn. 39:7-12, contrasta notablemente con el comportamiento de su hermano Judá. Judá era hombre libre, y voluntariamente participó del pecado de adulterio en el santuario cananeo Gn.38:15-26. José, era un esclavo, que estaba muy lejos de su hogar y de su pueblo. Tenía todo el pretexto para rendirse a la tentación, mas no lo hizo. Consideró la inmoralidad, como un pecado que ofendía la dignidad de Dios, la confianza de su amo, y la pureza de su propia vida. El autor de génesis narra lo acontecido mencionando lo siguiente:

“José era de hermoso semblante y bella presencia, y aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y le dijo: Duerme conmigo. Pero él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: Mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y a puesto en mis manos todo lo que tiene. No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me he reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer. ¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios?.

Hablaba ella a José cada día, pero él no la escuchaba para acostarse al lado de ella. Pero aconteció un día, cuando entró él en casa a hacer su oficio, que no había nadie de los de casa allí. Entonces ella lo asió por la ropa, diciendo: Duerme conmigo. Pero él, dejando su ropa en las manos de ella, huyó y salió” Gn. 39:6b-12.

Parece que Potifar, dudó de la veracidad de la acusación contra José, y se enojó porque había perdido tan excelente siervo. En lugar de darle muerte, castigo proporcional al supuesto delito, el capitán, sólo lo envió a la cárcel de palacio Gn. 39:20.

En prisión, José pudo conocer otro mundo, y forjar un carácter más fuerte Gn. 39:21-23. En ese lugar aprendió mucho de los más altos personajes encarcelados, recordemos que esta no era una prisión cualquiera. Aquí tuvo como compañeros, al copero y al panadero del rey. El pesar, el yugo llevado desde su juventud y el paso del tiempo, formaron en José un carácter templado y firme. Finalmente su estadía en la cárcel y su capacidad de interpretar sueños, lo pusieron eventualmente en contacto con el rey de Egipto.

A los treinta años de edad, y trece años en la escuela preparatoria de Dios, José estaba listo para ser llevado a su máxima dignidad. Es maravilloso ver, que José, al llegar a la cima del poder no se envanece. Su actitud, frente a las cambiantes circunstancias de la vida, no parece alterar su concepción de Dios ni su relación con él. Los comunes sentimientos de egolatría y venganza, propios de los gobernantes, no encuentran cabida en el corazón de José.

Un día Faraón soñó que estaba de pié a la orilla del río Nilo, y que del río salían siete vacas hermosas y gordas, que comían hierba entre los juncos. Detrás de ellas, siete vacas feas y flacas salieron del río. Luego las vacas flacas, se comieron a las gordas. El rey despertó por la mañana muy preocupado, y mandó llamar a los sabios y adivinos, quienes no fueron capaces de interpretar el sueño Gn. 41:1-4. Al oír el asunto, el jefe de los coperos recordó a José quien le había interpretado un sueño en la cárcel. Inmediatamente este oficial de la corte habló con Faraón el asunto, y José fue llamado a palacio Gn. 41:9 -14.

Dios le dio sabiduría a José, y le reveló la interpretación del sueño Gn. 41:25-32. Todos sabemos ahora que vendrían siete años de prosperidad y grandes cosechas, las que darían paso a otros siete años de hambruna. Faraón iluminado por esta sabiduría celestial, encomienda a José la administración de Egipto, especialmente en tomar las medidas necesarias para evitar una gran crisis nacional.

“El asunto pareció bien a faraón y a sus siervos, y dijo el faraón: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté el Espíritu de Dios? Dijo el faraón a José: Después de haberte dado a conocer Dios todo esto, no hay entendido ni sabio como tú. Tú estarás sobre mi casa y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú.

Dijo, además, el faraón a José: Yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto. Entonces el faraón se quitó el anillo de su mano y lo puso en la mano de José; lo hizo vestir de ropas de lino finísimo y puso un collar de oro en su cuello. Lo hizo subir en su segundo carro, y pregonaban delante de él: “doblen la rodilla”. Así quedó José sobre toda la tierra de Egipto” Gn. 41:37- 43.

El hecho que José puso por nombre a su primer hijo “Manasés”, o “el que hace olvidar”, indica que Dios le había hecho olvidar todo el dolor de su pasado. Los largos años de ausencia de su hogar, de su padre y de sus hermanos, en una tierra tan distinta, y muchas veces hostil, no pudieron consumir a aquel que recibió el santo consuelo de Dios.

Cuando José, vio a sus diez hermanos llegar a Egipto, para comprar alimentos, los reconoce inmediatamente. José los trató con aspereza, porque quería probarlos, a ver si se habían arrepentido del crimen cometido en su contra. Él deseaba saber si habían traspasado su envidia a su Benjamín. José sabía que una reunión, sin comunión, sería una burla y un engaño para su corazón Gn. 42:7 - 8.

Los tres días en la cárcel, que pasaron los diez hebreos, les hicieron comprender a lo que habían expuesto a su hermano José Gn. 42:17 - 22. La razón de porque José encarceló a Simeón, en vez de a Rubén, fue porque este último se opuso a matar a José veinte años atrás. Infundió en ellos, el temor de que los alcanzaba el juicio divino.

Estando José, como primer ministro de faraón delante de sus hermanos, no desata odio ni venganza, sino, amor. “No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban a su lado, y clamó: ” salgan todos de mi presencia”. Así no quedó nadie con él cuando José se dio a conocer a sus hermanos.

Entonces se puso a llorar a gritos; lo oyeron los egipcios, y lo oyó también la casa del faraón. Y dijo José a sus hermanos: Yo soy José. ¿Vive aún mi padre?. Sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él. Pero José les dijo Acérquense ahora a mí. Ellos se acercaron, y él les dijo: Yo soy José, vuestro hermano, el que vendisteis a los egipcios. Ahora, pues, no se entristezcan ni les pese haberme vendido, porque para salvar vidas me envió Dios delante de ustedes” Gn. 45:1-5 (traducción del autor).

La vida de José, nos aporta algunas lecciones específicas:

a) La pureza personal: Si no fuera por la vida piadosa de José, y su firme convicción en cuanto a la santidad y pureza espiritual, habría sido arrastrado por sus pasiones. Pero decidió guardar una vida pura para Dios.

b) La prosperidad financiera y el éxito en los negocios: Es posible alcanzar riquezas para el fiel siervo de Jehová, pero estas riquezas deben ser usadas para servir a Dios, y no para nuestra vanidad personal.

c) José sufrió separación, esclavitud, calumnia, encarcelamiento y olvido: Todo lo sufrió con paciencia y sin murmuración. Todo esto redundó en su formación espiritual, en forjar su carácter y en su exaltación final. Al igual que Jesús, su paso por la cruz, trajo gloria y autoridad.

d) Toda la vida de José es una ilustración de la providencia divina: Dios guió invisiblemente los pasos de José, usando aun a los hombres malvados para cumplir su propósito final. A pesar de todo, Dios nunca puso en este admirable joven más carga de la que podía llevar.

M.G. Kyle dice: “José resalta entre los patriarcas con preeminencia en algunos aspectos. Su nobleza de carácter, su pureza de corazón y vida, su grandeza en el ánimo como gobernador y hermano. Lo hace, más que cualquier otro personaje del Antiguo Testamento, una ilustración de aquel modelo de hombre que Cristo daría perfección en el mundo. No se encuentra José en la lista de las personas a quienes menciona en las Escrituras como tipos de Cristo, pero ningún otro ilustra mejor la vida y obra del Salvador. Él obtuvo salvación para los que lo traicionaron y rechazaron, se humilló, perdonó a los que le maltrataron, y a él, igual que a Jesús, todos tenían que ir en busca de socorro, o si no perecerían”.

Al recorrer las páginas de las Sagradas Escrituras. Nos encontramos con otro paladín del mensaje de arrepentimiento y santidad, tanto individual, como de todo el pueblo escogido (Israel). Este personaje es el profeta Jeremías, llamado por Jehová, en uno de los momentos históricos más críticos del reino de Judá.

La misión dada a Jeremías, de volver el corazón del reino a Dios, su verdadero Rey, no fue una tarea fácil, y muchas veces puso en riesgo su propia integridad física. Analizar el altilocuente llamado de Jeremías, nos arroja luz acerca de la importancia de su misión: “Antes que te formaras en el vientre, te conocí, y antes que nacieras te santifiqué, te di por profeta a las naciones. Y yo dije: ¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová!. He aquí, no sé hablar, porque soy un niño.

Y me dijo Jehová: No digas Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande.

No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová. Y extendió Dios su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca.

Mira que te pongo en este día, sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar” Jer. 1:5-10.

No cabe duda que la comisión profética de anunciar a la casa de Judá su pecado, demandaría toda la fortaleza de Jeremías, quien sólo podría resistir en la fuerza de Jehová.

Sistemáticamente, los reyes, sacerdotes y líderes de Judá, habían arrastrado al pueblo a la idolatría. El nombre de Baal, llegó a confundirse con Jehová, en algún oscuro momento de la historia hebrea. En los lugares altos, y en los árboles frondosos, proliferaban los cultos paganos y lascivos que contaminaron el alma de la nación. Tras reiterados llamados de atención, y una persistente rebeldía de Judá, el juicio divino se hizo inminente e irreversible. La ingrata labor del profeta fue anunciar tanto la ira de un Dios santo, como de la futura restauración del pueblo, condicionada a un honesto arrepentimiento de sus pecados, y de una búsqueda diligente de la justicia del Dios de Israel.

El Señor consuela al deprimido Jeremías, quien acosado por ardientes amenazas de muerte, siente su animo desfallecer “Me sedujo, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; Cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí.

Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día.

Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude.

Porque oí la murmuración de muchos, temor de todas partes: Denunciad, denunciémosle. Todos mis amigos miraban si claudicaría. Quizá se engañará, decían, y prevaleceremos contra él, y tomaremos de él nuestra venganza.

Más Jehová está conmigo como poderoso gigante; por tanto, los que me persiguen tropezarán, y no prevalecerán; tendrán perpetua confusión que jamás será olvidada” Jer. 20: 7-11

La vida del creyente, sufrirá muchos asedios, pues el enemigo anhela acallar nuestra voz. La noche se torna oscura y el viento de la adversidad arrecia, mas confiemos en nuestro Dios, que prontamente nos socorrerá, y nos fortalecerá con la fuerza de su Espíritu. “Los que confían en Dios, son como el monte de Sión, que no se mueve, sino que permanece para siempre” Sal. 125: 1.

El mensaje profético dado por Dios, resonó como un estruendo en los oídos del pueblo penitente, mas su corazón entenebrecido no vio la luz de la verdad. Dios trae demandas legítimas contra su pueblo, ciertamente nuestro Señor ama al pecador, pero no soporta el pecado “Porque dos males cometió mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no contienen agua” Jer. 2:13.

Dios demanda permanente santidad de sus hijos, pero también ofrece muchas bendiciones para los que sean fieles: “Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.

Y te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice Jehová. Y te libraré de la mano de los malos, y te redimiré de la mano de los fuertes” Jer. 15: 19-21.

El Señor Todopoderoso pide a Jeremías un absoluto convertimiento y santificación. Dios le promete al profeta que si obedece, estará de continuo en su presencia, llegará a ser un vocero oficial de Jehová – “Serás como mi boca” – Además, le promete darle fortaleza espiritual semejante a un muro de bronce. Finalmente, también ofrece a Jeremías librarlo de sus crueles enemigos.

El ejemplo de Jeremías, llamado el profeta llorón, por su sensibilidad y tristeza producida por la corrupción e idolatría de Judá, es un gran ejemplo para los cristianos de todas las épocas. Un llamado a entregar nuestras vidas, al servicio de un Dios Santo y Justo.


“Yo soy Jehová tu Dios. Ustedes, por tanto, se santificarán y serán santos, porque yo soy Santo”