jueves, 23 de octubre de 2008

El poder de la Oración




La oración, es la bendita llave que abre las puertas del cielo. Es la llave maestra que nos permite el acceso a todo el potencial de las promesas divinas. Reiteradas veces los escritores sagrados se toman el tiempo de recordarnos lo importante que es la oración. “Orad para que no entréis en tentación” Lc. 22: 40. Un hombre de oración difícilmente sucumbirá frente a la tentación, porque en la oración hay intimidad y comunicación con Dios. Nuestro éxito en la vida, y nuestro destino eterno, está influido directamente por nuestra vida de oración. La oración produce el contacto necesario, para estar en armonía con nuestro Hacedor. Cuando oramos, nos adentramos en terreno espiritual, lo que nos permite crecer y madurar como creyentes. Abstenerse de una dieta equilibrada de oración, produce “anorexia espiritual”. De pronto creemos que ya no necesitamos de la oración, o que hemos orado demasiado.

“Vigilen y oren siempre, para que no entren en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” Mr. 14:38 (traducción del autor).

Un hombre, una familia, un ministerio, pueden desplomarse por el solo hecho de no orar. Se ahorrarían miles de horas de consejería, cientos de hogares destruidos, millones de dólares en restauración de vidas, si tan solo se orara lo suficiente. “Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús” 1° Ts. 5:17.

Si deseamos crecer en lo espiritual, debemos multiplicar nuestras plegarias, tal como hizo Jesús en su ministerio. Cristo tenía un estilo de vida de intensa oración, solía orar desde muy temprano, y frecuentemente durante toda la noche. Las Sagradas Escrituras registran lo siguiente:

“Despedida la multitud, subió (Jesús) al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo” Mt. 14: 23.

“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” Mr. 1: 35.

“En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios” Lc. 6: 12.

Sin duda, el Maestro sentía una gran carga de oración por los perdidos. Mateo relata que Jesús al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “A la verdad la mies es mucha, mas los obreros son pocos. Rueguen, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies... ” Mt 9:36-38.
Dios requiere con urgencia, hombres que sientan la carga por los perdidos. Hombres que se empapen con el supremo llamamiento: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” Mt. 28:19. Sin embargo, sería iluso pensar en llevar a cabo tal mandamiento, sin una dieta consistente de oración.

Es curioso notar que un matrimonio cualquiera, que lleva largo tiempo casado, se complementa cada día más. Afirman los consejeros matrimoniales, que una pareja de esposos disfrutará de un amor más pleno, y de una relación más madura, principalmente en la tercera edad. Podemos pensar acertadamente que una pareja humana, requiere de largos años para conocerse, y complementarse de manera óptima. La relación con Dios que se desarrolla a través de la oración, se fortalece gradualmente, y requiere de persistencia y fidelidad. Orar a Dios, es ser fiel al profundo amor que el Señor nos da. La comunicación, tanto en el matrimonio, como entre Dios y el creyente, es el pegamento que une los corazones y las voluntades.

La pareja, después de mucho tiempo juntos, en fluida comunicación, tiende a parecerse el uno al otro. Comparten sus sueños, sus gustos y sinsabores, se crea un clima de complicidad que los une permanentemente. Dios espera fraguar una relación profunda y santa con sus hijos. La única forma de parecernos cada vez más a nuestro Salvador, es pasando mucho tiempo con él.

Todas las personas se comunican a través de la voz, de los gestos y del espíritu. Bueno, con Dios no es distinto, él anhela oír nuestra voz a diario. El compartir nuestros sentimientos a través de los gestos, tal como: Suspiros, muecas, risa y llanto. Son ingredientes que enriquecen la oración. El Señor espera de nosotros más que: “dame” y “¿Por qué esto ó aquello?”: Nuestras peticiones y preguntas saturan el tiempo de oración, sin dejar espacio para nada más. Decir “gracias” y “te amo Señor”, son un buen comienzo para mejorar una plegaria.

En ocasiones, Dios sólo espera que nos mantengamos en silencio, ante su presencia, para hablarnos, o simplemente para manifestarnos su amor. El poder del silencio, es un aspecto de la comunicación que debemos conocer.

Algunos años atrás, se implementó un teléfono “rojo”, el que conectaba directamente a personalidades e instituciones del más alto nivel mundial. Existía un enlace telefónico entre los presidentes de los Estados Unidos, y la antigua Unión Soviética. Dicho teléfono rojo era utilizado para establecer contacto inmediato entre los mandatarios de dichas naciones, y atender asuntos urgentes. El hombre que Dios busca, es sin duda, aquel que siempre está, al otro extremo del teléfono de la oración.

Recuerdo cierta vez, que falló un micro chip en una computadora norteamericana, que produjo en dos ocasiones el inmediato despegue de aviones equipados con armas nucleares. Este involuntario error, pudo haber producido un terrible bombardeo sobre Moscú, lo que hubiese significado un conflicto bélico mundial. Afortunadamente existía el ya mencionado teléfono rojo, y se pudo subsanar este terrible incidente. De igual forma el hombre de Dios, tiene acceso a un sistema de comunicación ágil y eficaz, que es sin duda la oración.

El hombre que Dios busca, se acerca a su Señor, a través de la oración. Para que nuestra oración sea eficaz, debemos creer con todo nuestro corazón que lo que vamos a pedir, será hecho. La duda hace estéril la oración. En vano sería estar toda la noche orando y gimiendo, si realmente no creemos lo que pedimos. Así como una pequeña fisura, puede hacernos perder toda el agua de un gran estanque, la duda nos hace perder una gran respuesta de Dios.

“De cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: ”Quítate y arrójate en el mar”, y no duda en su corazón, sino cree que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, les digo que todo lo que pidan orando, crean que lo recibirán, y les vendrá” Mr. 11:22-24.

Muchos creyentes, han perdido el verdadero espíritu de la oración, por haberse vuelto legalistas en sus oraciones. Es más importante experimentar el fluir del Espíritu Santo en la oración, que saber la terminología correcta de la oración. Por mucho tiempo, casi toda oración era definida como: "intercesión", o se creía que la intercesión era el único tipo efectivo de oración. Sin embargo, la oración más efectiva es la que el propio Espíritu Santo nos inspira, ya sea la oración de fe, la oración de alabanza y adoración o algún otro tipo de oración. Con frecuencia, las diferentes clases de oración obrarán juntas. Por ejemplo, la súplica, que es una solicitud ardiente, hecha con el corazón, se utiliza en la intercesión.

Para definir la intercesión, podemos decir que es permanecer en la brecha, entre una o más personas, por la cual oramos. O para usar términos más simples, la intercesión es una oración para abogar por alguna persona. Para entender mejor la intercesión, examinemos en las Sagradas Escrituras algunos ejemplos cuando se hizo intercesión. Primero tenemos el episodio en que Abraham, ora para salvar de la destrucción, las ciudades de Sodoma y Gomorra:

“Y los varones se levantaron de allí, y miraron hacia Sodoma; y Abraham iba con ellos acompañándolos. Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra?

Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él.

Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré.

Y se apartaron de allí los varones, y fueron hacia Sodoma; pero Abraham estaba aún delante de Jehová. Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad; ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que están dentro de él?. Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?.

Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos. Y Abraham replicó y dijo: He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza. Quizá faltarán de cincuenta justos cinco; ¿destruirás por aquellos cinco toda la ciudad? Y dijo: No la destruiré, si hallare allí cuarenta y cinco.

Y volvió a hablarle y dijo: Quizá se hallarán allí cuarenta. Y respondió: No lo haré por amor a los cuarenta. Y dijo: No se enoje ahora mi Señor, si hablare: quizá se hallarán allí treinta. Y respondió: No lo haré si hallare allí treinta. Y dijo: He aquí ahora que he emprendido el hablar a mi Señor: quizá se hallarán allí veinte. No la destruiré, respondió, por amor a los veinte.

Volvió a decir: No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez. Y Jehová se fue después que acabó de hablar a Abraham; y Abraham volvió a su lugar” Gn. 18: 16-33
Abraham, nos da un maravilloso ejemplo de amor y poderosa intercesión. En Sodoma y Gomorra, existían cientos, tal vez miles de personas que se habían entregado abiertamente al pecado. El pueblo practicaba la homosexualidad, y muchos otros pecados derivados de su falta de temor de Dios. A pesar de eso, y de haber colmado la paciencia divina, Abraham se transforma en un poderoso mediador de estas ciudades, aun a riesgo de su vida. También podemos ver en esta escena, el inagotable amor de Dios, quien aborreciendo el pecado, ama al pecador. Finalmente la sentencia de destrucción es llevada cabo, pues no se encontró a diez justos, pero Jehová envió a sus ángeles a salvar a Lot y su familia.

Smith Wigglesworth, dijo una vez: “hay algo sobre la fe, que hará que Dios deje de lado a un millón de personas, solo para acercarse a una persona que esté en fe”.

Podemos ver que el clamor de fe, traerá a Dios a la escena. La oración de fe, invoca una bendición. La palabra “invocar,“ significa “traer a la acción, poner en operación, o efectuar algo”. Mas el pecado también llama la atención de Dios, y lo hace tomar decisiones radicales. En lugar de invocar a Dios, el pecado provoca a Dios. Aquí el término “provocar“ significa incitar a la cólera, traer a la acción, hacer que ocurra, agitar la ira con un propósito. El pecado provoca a Dios y desata su juicio.

Muchas veces, leemos en las Escrituras que Israel provocó la ira de Dios, y se desató el juicio por la desobediencia del pueblo escogido. Dios no se goza en ver a su pueblo castigado y triste. De acuerdo con Miqueas 7:18, Dios se deleita en la misericordia. “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia” Mi. 7:18. Diles: Vivo Yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?. Ez. 33: 11

Sin embargo, si aquellos que pecaron y provocaron el juicio sobre sí mismos, y no se arrepienten, la única esperanza para evitar el juicio es que alguien interceda por ellos. “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé. Por tanto, derramé sobre ellos mi ira; con el ardor de mi ira los consumí; hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice Jehová el Señor” Ez. 22: 30, 31

En estas citas bíblicas, podemos notar cómo Dios mismo proveyó a alguien para ponerse en la brecha, en favor de la nación. Mas cuando nadie fue hallado, el juicio se derramó. Es importante notar, que la voluntad de Dios no era destruir a Israel. Necesitamos entender la voluntad de Dios, cuando vamos ante él para interceder en favor de otros. Lo mejor de Dios, consiste en que la gente se vuelva a él y viva. “El Señor no retarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” 2 P. 3: 9.

Hubo dos oportunidades, en que Moisés tuvo que interceder fervientemente por Israel. Debido a que el pueblo había pecado con su idolatría y murmuración:

“Y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán con todas las señales que he hecho en medio de ellos? Yo los heriré de mortandad y los destruiré, y a ti te pondré sobre gente más grande y más fuerte que ellos.

Pero Moisés respondió a Jehová: Lo oirán luego los egipcios, porque de en medio de ellos sacaste a este pueblo con tu poder; y lo dirán a los habitantes de esta tierra, los cuales han oído que tú, oh Jehová, estabas en medio de este pueblo, que cara a cara aparecías tú, oh Jehová, y que tu nube estaba sobre ellos, y que de día ibas delante de ellos en columna de nube, y de noche en columna de fuego; Y que has hecho morir a este pueblo como un solo hombre; y las gentes que hubieren oído tu fama hablarán diciendo: “Por cuanto no pudo Jehová meter este pueblo en la tierra de la cual les había jurado, los mató en el desierto”.

Ahora, pues, yo te ruego que sea magnificado el poder del Señor, como lo hablaste, diciendo: “Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable; que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y hasta la cuarta generación”. Perdona ahora la iniquidad de este pueblo según la grandeza de tu misericordia, y como has perdonado a este pueblo desde Egipto hasta aquí” Nm. 14: 11-19.

Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel tus siervos, a los cuales has jurado por ti mismo, y les has dicho: Yo multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo; y daré a vuestra descendencia toda esta tierra de que he hablado, y la tomarán por heredad para siempre.

Entonces Jehová, se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo” Ex. 32: 7-14.

El Salmo 106, nos da una mejor comprensión, acerca de la importancia de las oraciones intercesoras de Moisés. El versículo 23, dice lo siguiente: “Y trató de destruirlos, de no haberse interpuesto Moisés su escogido delante de él, a fin de apartar su indignación para que no los destruyese”. De igual forma, Dios vio que no había un intercesor válido para toda la humanidad, y suplió esa necesidad, enviando a Jesús. Nuestro supremo intercesor que aboga mejor que el gran Moisés.

Jesús vino para cerrar la brecha entre Dios y el hombre pecador. El hombre necesitaba que alguien intercediera por él, de tal forma que pudiera regresar a Dios. El sacrificio de Jesús, lo estableció como el único Intercesor digno de toda confianza en favor del hombre. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador, entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” 1ª Ti. 2: 5.

“Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios” He. 9: 24

“¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, Él que también intercede por nosotros” Ro. 8: 34.

Fluye de Cristo hacia el Padre, una incesante corriente de intercesión y amor, por quienes le han aceptado como Salvador. En el sentido opuesto, fluye del Padre a Jesús la respuesta para nosotros. Además, Jesús transmite la respuesta divina, a todos los miembros de la iglesia. Jesucristo, se transforma en nuestro permanente y poderoso sacerdote mediador.

“No constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” He. 7: 16, 17

“Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos”
He. 8: 1.

En el concepto de la intercesión se incluye el hecho de que Jesús es nuestro Abogado. Abogado aquí significa "intercesor, consolador.'' La obra de W.E. Vine "Diccionario Expositivo de las Palabras del Nuevo Testamento" dice del término griego “parakletos” que se tradujo como “abogado“ en 1 Jn. 2:1: " Se usaba en una corte de justicia para indicar la asistencia legal, consejería para la defensa, un abogado; por tanto, en general, es uno que aboga en otra causa, un intercesor. En el sentido más amplio significa un socorredor ".

Paul Yonggi Cho Comenta: “Parakletos” o “Consolador”, es una palabra que tiene sus raíces en dos vocablos griegos que significan “junto a uno” y “llamar”, etimológicamente, esta palabra se originó en los tribunales de justicia. Cuando el acusador presionaba fuertemente a un acusado, y éste no sabía como defenderse. Dando la idea que si lograba encontrar algún amigo influyente, le pidiera auxilio con el fin de ser debidamente defendido por el ilustre personaje. Desde ese momento este amigo permanecía en pie junto al acusado como Parakletos, y le ayudaba a ganar el juicio.

La intercesión de Jesucristo es permanente, por lo tanto, el cristiano que pecó, puede encontrar una constante fuente de perdón, cuando el arrepentimiento es genuino. Entonces hay consuelo en el hecho que se perdona el pecado, y que la sangre de Cristo lava tanto el pecado como su mancha, dejando a la persona pura y limpia. Sin embargo, es la voluntad de Dios que la persona deje el pecado 1ª Jn. 2:1; 5:3. "Hijitos míos, estas cosas os escribo, para que no pequéis..." "Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo ".

Jesús pasó aproximadamente 3 años y medio, enseñando a sus discípulos. Desde su ascensión intercede cada día por su iglesia, sentado a la diestra del Padre. Jesús ha estado intercediendo dos mil años, por las personas de esta tierra. ¡Cuánta dignidad agrega esto a la oración!. El ministerio intercesor de Jesús incluye ser nuestro Mediador, nuestro Sumo Sacerdote, nuestro Abogado, nuestro Consolador.

El Espíritu de Dios, por medio del apóstol Pablo, exhortó a los creyentes de la iglesia primitiva, a poner en primer lugar, una vida de oración. Primero que todo: rogativas, intercesiones y acciones de gracias. Que se deben hacer por todos los hombres; Por los reyes y presidentes, y por todos los que están en autoridad. Incluso, con aquellos que no son de nuestro agrado.

“Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” 1ª Ti. 2:1-2.

El libro de los Hechos, nos relata como el rey Herodes da muerte a Jacobo, hermano de Juan. El apóstol Pedro también es apresado y condenado a morir. Mientras Pedro estaba preso en la cárcel de Jerusalén, la iglesia oraba fervientemente para que Dios lo librara de la muerte. Entonces sucedió que cuando Pedro dormía, sujeto a sus cadenas y fuertemente custodiado, un ángel del Señor se presentó en el calabozo. El ángel ordena al apóstol vestirse y acompañarlo, en el mismo instante que las cadenas se rompían. El primer aspecto curioso es que el propio Pedro no daba crédito a lo que sucedía, y pensaba que era sólo una visión.

Otro hecho peculiar, se produjo en la congregación que oraba en casa de María, la madre de Juan. Aquellos quedaron tan perplejos al oír que Pedro tocaba a la puerta que no lo creyeron. Rode, la muchacha que tiene el primer contacto con el apóstol, al reconocer la voz de éste no abrió la puerta. Me impresionan las afirmaciones de los hermanos: “estás loca”, “es su ángel”. Que expresiones tan extrañas de aquellos cristianos que sin duda llevaban muchas horas rogando por una respuesta. Cuando Dios les respondió, no hubo fe en sus corazones para recibir la bendición de la liberación sobrenatural del apóstol Hch. 12.

Sin duda, nos ha sucedido alguna vez, que estamos orando por algún asunto, pero realmente no esperamos que Dios nos responda. De esta forma terminamos minando nuestra poca fe, y nos resentimos con Dios por su supuesto egoísmo. Es imposible que el Señor sea glorificado con dicha actitud, que en ninguna manera contribuye a ser una oración eficaz.

Kathryn Kuhlman, fue una mujer de Dios, que acostumbraba a orar por las miles de personas que le escribían, en respuesta a sus campañas evangelísticas. En cierta ocasión, una niña de doce años, le envía una tarjeta de Navidad. Los médicos habían dicho que tal vez ella no estaría viva en Navidad. Habían querido amputarle la pierna a causa de un cáncer. La niña envió aquella tarjeta diciendo: “Estoy viviendo para ver esta Navidad, y aún tengo dos buenas piernas, porque Dios contestó la oración, y usted me ayudó. Lo que Dios puede hacer por nuestro prójimo y por nosotros mismos es realmente sorprendente, sin tan solo nos atrevemos a responder fielmente a su llamado de oración.

Los antiguos profetas de Israel, tenían una expresión para señalar la intimidad de la comunicación con Dios, ya fuera en visión, profecía u oración. Dicha expresión “el Secreto de Jehová”, señala la idea de una reunión confidencial, destinada a recibir las últimas instrucciones divinas. Además, entablar un diálogo amplio y profundo, entre el orador y Dios. “Pero ¿Quién estuvo en el secreto de Jehová, y vio y oyó su palabra?, ¿Quién estuvo atento a su palabra y la oyó? Jer. 23:18 “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” Am.3: 7.

La oración, para ser efectiva implica denuedo y confianza. “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” Heb. 4:16. Dios nos invita acercarnos a su trono, sin temor, y con plena seguridad.

Hay muchas cosas por las que necesitamos orar, en especial, orar con pasión y osadía, para que nuestras plegarias conquisten todo lo que Dios tenga para nosotros y nuestro ministerio. La Biblia nos enseña que podemos orar por denuedo.

Pedro y Juan, fueron osados cuando usaron el Nombre de Jesús para sanar al cojo en la puerta que se llamaba la Hermosa. Fueron osados, cuando predicaron el nombre de Jesús ante la multitud que se reunió. Las autoridades Judías observaron su denuedo y los detuvieron para interrogarlos Hch. 4:13. Les ordenaron que no predicaran ni enseñaran más en el nombre de Jesús. Al ser liberados los apóstoles, oraron con fervor, diciendo: “Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús. Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con denuedo la Palabra de Dios” Hch. 4:29-30.

El apóstol Pablo, pidió a la iglesia de Efeso, la oración por él. Este siervo de Dios, el apóstol de los gentiles, que escribió gran parte del Nuevo Testamento, dijo: "Orando en todo tiempo por todos los santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar" Ef. 6:18-20.

Necesitamos denuedo y osadía para actuar. En ocasiones, durante la intercesión, el Espíritu Santo nos invita a ir a aquel por quien intercedemos. Quiero referirme a un incidente en la vida de un gran intercesor, llamado Charlie Hollandsworth. Un día entró en oración de intercesión. El no sabía por quién intercedía. Después de un tiempo de agonizar en el Espíritu, éste le indicó ir al puente de la Calle Monroe. Se apresuró en ir al puente. Cuando llegó, encontró en medio del puente a un hombre que tenía una pierna sobre la baranda, listo para saltar. Charlie detuvo su carro con rapidez, y tomó al hombre con firmeza. Él persuadió al hombre para que entrara a su vehículo. Condujo hasta el campo, donde pudieran estar solos. Y después de dos o tres horas, consiguió que este hombre aceptara al Señor Jesús como su Salvador.

Podemos no saber por quién oramos, pero gracias a Dios, el Espíritu Santo sí lo sabe. Necesitamos valentía para actuar en el mover de Dios. Necesitamos osadía para hacer todo lo que el Espíritu nos indique.

Puedo percibir al Espíritu de Dios, buscando en la Iglesia, hombres en quien él pueda confiar para orar y actuar con decisión. Muchas personas tienen empleos y obligaciones que no les permiten entregarse de todo corazón a interceder. Pero sé que en la medida que usted vaya haciendo la voluntad del Padre, en su interior usted puede estar orando. Dios no le pondrá una carga de intercesión, a no ser que usted esté dispuesto a moverse. Él puede moverse en usted, para orar por alguien, mientras usted trabaja, si el trabajo o labor se lo permite.

No deseche esa carga para orar cuando venga. Tenga fervor para actuar sobre ella
¿Qué hubiese sucedido si Charlie Hollandsworth no hubiera sido sensible a la voz del Espíritu de Dios? Si él no hubiese intercedido aun cuando no sabía por quién. Tal vez, si él hubiera estado demasiado ocupado o insensible a la dirección del Espíritu para correr a ese puente, con toda seguridad aquel hombre se hubiera lanzado del puente, yendo a parar al infierno.


Existe un problema, que derrota a muchos cristianos en su vida de oración. Cuando vamos a la presencia de Dios, tenemos una sensación de inferioridad, un sentimiento de conciencia pecaminosa, porque sabemos que hemos fallado. Tenemos un complejo de culpa. Algunos inician sus oraciones con: "Soy tan débil, Señor; tan indigno", y luego hablan persistentemente sobre su debilidad e indignidad. Cuando entran en la presencia de Dios, diciéndole eso, hablan ellos mismos sin fe. No saben si Dios les oye o no. Todo lo que hacen es suplicar por migajas. Pero veamos lo que Dios dijo: "Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor a mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” Is. 43: 25.

Cuando sabemos que El ya borró nuestros pecados, y que ni siquiera se acuerda que pecamos. Podemos acercarnos a Dios con confianza. Podemos venir con fe, porque somos salvos, somos hijos de Dios. No tenemos que sentarnos sobre la acera, al frente de nuestra mansión a mendigar favores. Podemos entrar confiadamente por la puerta principal, y avanzar hasta el trono para tener comunión con Dios.

Somos hijos de Dios, tenemos el derecho legal. Somos coherederos con Jesucristo del reino venidero. Somos el Cuerpo de Cristo. ¡Eso significa que el Cuerpo puede entrar a la Presencia de Dios Padre con la misma confianza y seguridad con que Cristo puede hacerlo!

Consideremos los elementos, de una vida de oración efectiva. En primer lugar tenemos el fervor:

El profeta Elías, era un hombre semejante a nosotros, mas rogó fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra por un período de tres años y seis meses. Él oró de nuevo, y el cielo dio la lluvia, y la tierra produjo sus frutos. La oración efectiva, involucra fervor, fe y entusiasmo. La Biblia nos enseña que debemos ser siempre fervorosos: "En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” Ro. 12:11.

W. E. Vine, dice que la palabra traducida "fervientes" en Romanos 12:11 significa, ser calientes, hervir. La Concordancia Exhaustiva de J. Strong agrega que figurativamente ella significa ser “ardoroso”. Epafras estaba “ trabajando fervientemente" por los Colosenses en sus oraciones Col. 4:12. El término griego “agonizomai”, traducido “ trabajando fervientemente ”, indica una contienda, una lucha.

Después de la Segunda Guerra Mundial, hubo un avivamiento de sanidad divina en los Estados Unidos. Se inició en 1947. Pero no vino porque alguien había orado la semana anterior. Descendió porque muchas personas estaban orando y creyendo que recibirían respuesta. Cuando oraban por eso, lo hacían con un deseo ardiente”.

Debemos estar dispuestos a responder al Espíritu de Dios, cuando él nos llame a orar por algo en particular. En ocasiones hay una dirección, mas otras, sólo una carga. Dios quiere que seamos sensibles a su voz. Cuando Dios, pone ese deseo en su corazón. Dios mora dentro de ti, Él es el único que activa el deseo. El deseo supremo de Dios para la gente es que sea liberada.

Dios no desmaya jamás. Como la salvación, es su deseo supremo, también viene a ser el deseo supremo de cada uno de nosotros. Hemos sido escogidos para interceder por la humanidad, perdida en el pecado, y por una iglesia que necesita ver la gloria de Dios cada día. "Porque nosotros somos colaboradores de Dios..." 1° Co. 3:9.

Por último, tenemos la “perseverancia”. Nuestras oraciones deben persistir en el tiempo, confiando que Dios es fiel en responder a nuestro clamor. “Orando en todo tiempo con oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” Ef. 6: 18.

Cuando el Espíritu Santo, pone sobre el corazón del creyente, interceder, la intercesión no se debe detener, sino, hasta que se obtenga la respuesta, o hasta cuando la carga de oración sea quitada. Existen cargas de oración que suelen durar por horas y aun días. El resultado de la oración perseverante, siempre trae grandes bendiciones, y el poder desatado por Dios como respuesta a nuestra fidelidad, redunda en salvación y vida para muchos.

La razón, para que la "persistencia" sea un ingrediente de la intercesión, es que es fácil deshacerse de la carga y olvidarla. Es una gran responsabilidad sentir que la vida de alguien puede depender de nuestra intercesión. Podemos lograr dirección para nuestras vidas, mediante el estudio de la Palabra y la oración sistemática. Varones como Daniel y Pablo, se caracterizaron por hacer de la oración su estilo de vida. Jamás podrían haber soportado la comisión de tales ministerios, sin derramar continuamente su corazón. El hombre de Dios, no vacila en caminar a diario la extensa avenida de la oración.

“Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa; abiertas las ventanas de su habitación que daban a Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, oraba y daba gracias delante de su Dios como solía hacerlo antes” Dn. 6: 10.

Pablo: “Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros y de pedir que sean llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” Col. 1: 6.

Podemos señalar que el amor es la base para todas las actividades Cristianas. La compasión es un ingrediente del amor divino. Por tanto, nuestra oración también debe ser motivada por el amor. Jesucristo oró y ministró a las multitudes con amor y poder. Los elementos permanentes de nuestro orar diario, deben ser también el amor y el poder del Espíritu. “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” Mr. 6:34.

Jesús tuvo compasión de las personas, y nos pide compartir esa compasión, orando para que el Señor de la Mies envíe obreros. “Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rueguen, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” Mt. 9:38-39.

Además, el Maestro tuvo compasión por los enfermos y los sanó ”Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos” Mt. 14:14. “Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio” Mr. 1:40-41.

La compasión de Jesús, lo condujo a alimentar a los cuatro mil hombres - sin contar las mujeres, ni los niños - “Y Jesús llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen que comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino” Mt. 15: 32.

En cada oportunidad en donde Jesús fue movido a compasión, la persona afligida, era liberada de su mal. La simpatía humana dice: "Sé como te sientes; lo lamento mucho". La compasión divina dice: "Siento lo mismo que tú" y eso produce liberación. Jesucristo sintió lo mismo que sentían Marta y María, _hermanas de su amigo Lázaro_ pues gimió dentro de su espíritu, y también lloró “Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró” Jn. 11: 33-35.

La compasión de Jesús, trajo liberación y vida. Si tenemos la misma compasión, se producirá también liberación. Creo que la mayor parte del tiempo hemos ensayado traer liberación, sin la compasión divina. Allí es donde interviene la oración intercesora.

El pastor John Lake, fue conocido por su ministerio de sanidad y milagros. Tantas sanidades se vieron en su congregación de Johanesburgo, que el informe de esas sanidades llegó a los líderes de todo África. Algunas de las personas más elevadas del gobierno lo buscaron para que orara en favor de la esposa de un alto funcionario. Cuando Lake, llegó al hogar de aquella dama enferma, la encontró postrada con un cáncer terminal. De inmediato se dio cuenta que era una mujer cristiana. Entonces comenzó a leerle algunos versículos, para enseñarle sobre la sanidad divina y hacer que su fe se pusiera en acción. Ella tomó la decisión de confiar en Dios para su sanidad. Los doctores la habían desahuciado, y le daban sólo algunos calmantes para aliviarla. Ella entonces dijo: "Si voy a confiar a Dios para mi sanidad, entonces me voy a arrojar completamente en su misericordia".

“Esta mujer sentía tanto dolor“, cuenta el pastor Lake, “que uno de los ministros de la iglesia y yo permanecíamos todo el tiempo al pie de su cama, orando. Mientras orábamos ella se aliviaba".

Después de haber orado toda la noche, John, tiene una extraña sensación en su cuerpo, él comenta diciendo: "...cuando estaba a un par de cuadras de su casa, la oí que gritaba del dolor. Al sonido de sus gritos, de alguna manera, me parecía entrar en la compasión divina".

John Lake dijo: "...me encontré que corría esas dos últimas cuadras sin siquiera pensar lo que hacía. Sin pensarlo me precipité a la habitación, me senté al borde de la cama, levanté ese cuerpo descarnado entre mis brazos, como si fuese un bebé, y comencé a llorar. Mientras estaba llorando, esta mujer fue sanada por completo". Gloria a Dios.

De alguna manera, la misma compasión de Jesús, y su amor, inundaron su corazón. Los creyentes comprometidos, pueden entrar en esa área de compasión, sólo por la comunión con Dios. Usted no puede tener comunión con Dios, ni puede sentarse en la presencia de Dios, sin que su amor inunde su ser y su compasión fluya dentro de ti. Es entonces, cuando llegamos a este punto, que somos capaces de hacer las obras de Cristo. “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también Jn. 14: 12. Las obras que el Señor hizo, nacieron del amor y la compasión. Las obras que los creyentes harán, son frutos de compartir en su ministerio de amor, a través de la intimidad de la oración.

Concluyendo este capítulo, deseo compartir algunos consejos para el cristiano que desea alcanzar éxito en su vida de oración. Primero debe orar “creyendo” que Dios está dispuesto a responder sus peticiones, si nuestras oraciones están de acuerdo con sus promesas bíblicas, no tengamos ninguna duda que Dios nos responderá. Cristo murió para salvarnos, sanarnos y librarnos de toda opresión del diablo. El enemigo vino para robar, matar y destruir, pero Jesucristo vino para darnos vida abundante, por lo tanto, cuando oramos por sanidad, debemos estar seguros que Dios “desea” respondernos “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados Is. 53:4-5.

Jesús dijo: “Consumado es”, esto se refiere no sólo a su sacrificio completo y satisfactorio por nuestra expiación, sino que nos libera de la maldición del pecado. Al creer en Cristo, nuestro espíritu que estaba muerto en delitos y pecados, renace y llegamos a ser legalmente “hijos de Dios”. Nuestro cuerpo es sanado, si creemos que Jesús nos dio salud plena en la cruz. La sanidad no es algo que lograremos a futuro, sino algo que se nos concedió hace dos mil años atrás en el calvario. Por tanto, debemos acercarnos confiadamente al Señor, sabiendo que Dios es galardonador de los que le buscan. Orando cada día sin desmayar los unos por los otros, sabiendo que en Cristo somos más que vencedores Ro. 8:37